Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1887-1888 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 8 de febrero de 1888
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Cánovas del Castillo
Número y páginas del Diario de Sesiones: 44, 1112-1113
Tema: Contestación al discurso de la Corona

Ha sido verdaderamente sensible para el Sr. Cánovas que el Sr. Castelar no haya dicho una porción de cosas que S.S. le ha atribuido, porque entonces hubiera estado justificada, hasta cierto punto, la censura que ha dirigido al Gobierno de S. M.

Debo empezar por decir al Sr. Cánovas que las explicaciones que ayer diera de su conducta el señor Castelar, las dio por su espontánea voluntad, sin imponer condición alguna, porque la argumentación del Sr. Castelar era por demás sencilla. El Sr. Castelar decía: nosotros hemos tenido una obcecación constante, una gran tenacidad; hemos estado siempre predicando que la Monarquía era incompatible con la libertad; y a pesar de ver la compatibilidad de la libertad con la Monarquía en Inglaterra y en Italia, nosotros (éstas eran sus palabras) erre que erre en que la Monarquía no era compatible con la libertad; pero ahora que la vemos compatible, yo, como hombre honrado, no puedo menos de declararlo, y no insisto en aquella afirmación, que todavía sostienen algunos republicanos; y desde este momento, ante la Monarquía liberal, yo, en lugar de poner obstáculos a la marcha de las instituciones, apoyaré a todo Gobierno liberal. Si mañana, añadía el Sr. Castelar, se cumple el programa del partido liberal en lo que falta, que es el Jurado y el sufragio universal, como el Jurado en mi opinión, es la conciencia nacional, y el sufragio universal es la voluntad de la Nación, resultará que la Monarquía será una Monarquía democrática.

Esto es lo que decía el Sr. Castelar, pero no lo ponía como condición. Y en último resultado, ¿qué pedía? Que el partido liberal cumpla lo que, aún cuando no lo pidiera el Sr. Castelar, está dispuesto a cumplir. De manera, Sr. Cánovas del Castillo, que el señor Castelar no nos ha pedido nada que no estemos dispuestos a hacer, aún sin pedírnoslo S.S. ni nadie. (Muy bien).

Pero hay más: no nos habrá pedido el Sr. Castelar nada tan extraordinario, tan malo, tan desfavorable, tan contrario a la Monarquía, cuando el Sr. Cánovas mismo ha declarado aquí que si el partido liberal vota el programa que ha proclamado, S.S. lo respetará. De suerte que, en último resultado, lo único que ha pedido el Sr. Castelar, y ni siquiera lo ha pedido, porque sólo ha dicho que hoy la Monarquía es liberal, pero que si este partido cumple sus compromisos y plantea el Jurado y el sufragio universal, la Monarquía será democrática; lo único, repito, que ha pedido el Sr. Castelar, no es ni más ni menos que lo que S.S. ha proclamado aquí que sostendrá y mantendrá cuando ocupe el poder el partido conservador.

El mal para el Sr. Cánovas está, pues, en que el Sr. Castelar no ha pedido lo que S.S. ha afirmado. Y lo que en realidad hay es, que por la lógica de nuestras doctrinas, de nuestra conducta, de nuestros procedimientos, el Sr. Castelar, que se encuentra bien en donde tiene una libertad y una holgura que quizá no disfrutaría si triunfaran sus amigos, no siente la necesidad de destruir aquello con lo que se encuentra tan perfecta y tranquilamente, y lo declara así, y no crea dificultades de ninguna especie a la Monarquía. Y esto sin poner condición alguna.

Después el Sr. Cánovas del Castillo hacía cargos al Gobierno porque no contestó con una enérgica protesta a las palabras del Sr. Castelar cuando decía que apoyaba al partido liberal por temor de que viniera la reacción. Pues si para el Sr. Castelar S.S. es la reacción, aunque esté equivocado, aunque para nosotros no lo sea, hace bien en apoyar al partido liberal, para que no venga lo que cree la reacción. ¿Por qué había de protestar el Gobierno contra esas palabras que aquí se pronuncian todos los días? (Risas).

Señor Cánovas del Castillo, S.S. que posee tantos medios parlamentarios, no debe emplear nunca argumentos pequeños, porque al valerse de ellos da a entender que no tiene otros mayores. (Muy bien).

Pero no debo seguir por este camino, porque me he levantado principalmente para rectificar a S.S. en una cosa que si fuera exacta, le concedería derecho para combatir al Gobierno. Supone el Sr. Cánovas que el Sr. Castelar nos ha hablado de la Constitución y ha pedido la reforma constitucional para que vuelva la Constitución de 1869. Ni una sola palabra habló acerca de la Constitución el Sr. Castelar en todo su discurso: no se metió en esto, ni mencionó siquiera la Constitución, ni dijo una sola palabra de ella. Por consiguiente, el Gobierno no tenía por qué ni para qué protestar contra las palabras del Sr. Castelar.

Lo único que acerca de este punto ocurrió fue, que en la controversia habida entre los Sres. Castelar y Azcárate, el Sr. Azcárate con una manía respetable, porque el Sr. Azcárate tiene la manía de la soberanía nacional; el Sr. Azcárate, con una manía respetable, primero porque es suya, y después porque se trata de la soberanía nacional (Risas), se extrañaba precisamente por lo contrario que S.S. cree; se extrañaba de que el Sr. Castelar se pusiera al lado de los Gobiernos de la Monarquía, cuando éstos no proclamaban la soberanía nacional y no variaban la Constitución. De manera que, lejos de haber hablado el Sr. Castelar de la Constitución y de la soberanía nacional, el Sr. Azcárate le recriminaba precisamente por no haberlo hecho. ¿Y por qué tenía el Gobierno que contestar a esa teoría del Sr. Azcárate, si ni siquiera discutía el Sr. Azcárate con el Gobierno, y sólo lo hacía con el Sr. Castelar? ¿Para qué se había de mezclara el Gobierno en la controversia habida entre [1112] los Sres. Azcárate y Castelar? Además, ¿tenía yo necesidad alguna de protestar contra el sentido y el concepto de la soberanía nacional que exponía el Sr. Azcárate? ¿Había necesidad de que protestase yo contra la modificación de la Constitución de 1876 para volver a la del 69? Señor Cánovas, S.S., por lo visto, pierde la memoria para todas aquellas cosas en que le conviene perderla, puesto que S.S. menos que nadie puede hacerme a mí cargos sobre esto. ¿Pues no sabe S.S. que yo he pasado por el sacrificio de ver romperse a mi partido y de ver marcharse un pedazo de él, precisamente por mi tenacidad de sostener la Constitución de 1876 y no admitir los artículos 110, 111 y 112 de la del 69? ¿No recuerda S.S. que yo daba tanta importancia a esto, porque creo que la Monarquía no puede subsistir sin la condición indispensable de la permanencia y sin la fortaleza que le da su cimentación histórica? Daba yo, Sres. Diputados, tal importancia a esto, que pasé por un sacrificio doloroso antes que ceder. El partido se dividió; y entonces le daba S.S. tan poca, que no tuvo inconveniente en apoyar a una agrupación que se empezó a formar a costa de mi partido y con esas ideas de reforma constitucional. (Aplausos).

Por consiguiente, no comprendo cómo S.S. ha querido hacerme un cargo por una cosa en que sabe que yo he estado más firme que S.S., porque yo preferí el mal de mi partido a pasar por esos artículos, mientras que S.S. pasaba por ellos con tal de causar mal a mi partido. (El Sr. Cánovas: No es exacto).

Lo es, y de cualquier modo, a mí me basta recordar este hecho para que vea S.S. la fijeza, la constancia y la perseverancia con que yo defiendo aquello que creo conveniente a los intereses de la Monarquía, sin tener siempre la Monarquía en los labios. (Muy bien).

Pero a lo que entiendo, S.S. se ha valido de todas estas cosas extrañas o pequeñas, porque es muy diestro en el arte parlamentario, y claro está, al no haber razón en que fundar ese mal humor, esa impresión de tristeza, esas alargadas y los alardes que algunos de los amigos de S.S. hicieron aquí ayer por la escena que tuvo lugar, sin que todo eso tuviese explicación verdaderamente razonable, S.S. se ha entretenido haciendo muchos dibujos para ver si la podía encontrar. (Risas). Porque ayer no fue el Gobierno en conjunto, como ha dicho S.S., el que fue a felicitar al Sr. Castelar. Nosotros esperamos tranquilamente que la sesión concluyese, y cuando terminó, yo salí al hemiciclo y estuve esperando un rato al Sr. Castelar, como he hecho muchas veces cuando le he felicitado, para felicitarle sólo como artista. Pero viendo que no bajaba y que yo tenía mucho que hacer, subí a su asiento y con gran gusto le di un cariñoso abrazo. No lo hizo, pues, el Gobierno, y mucho menos lo hizo el Gobierno todo.

Pero ¿sabe S.S. por qué lo hice yo? Porque además de la felicitación que yo suelo darle como orador cuando habla, porque la merece, ayer se la di también como político, porque creí que prestaba un gran servicio, no sólo por la actitud en que se ha colocado, sino por la libertad en que deja a sus amigos, por el desarme que hace de sus huestes y por la perturbación que provoca entre los otros republicanos. (Muy bien). Y como esto lo creo conveniente para la Monarquía, vea S.S. por qué felicité calurosamente al señor Castelar.

Claro está que no me gusta que los demás, siquiera sean mis adversarios, tengan penas y tristezas. Realmente, bajo ese punto de vista, yo lo siento por S.S.; pero naturalmente, me alegro por los intereses cuya defensa me está encomendada, y sobre todo, me alegro por la paz pública, que en la paz pública estamos interesados todos por igual; basta para ello con ser español. No tengo más que decir. (El Sr. Cánovas del Castillo pide la palabra para rectificar). [1113]



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